Murcia ya huele a azahar. Si paseamos por las aceras los
naranjos nos traen ese aroma anunciador de la primavera.
Ese perfume tan propio de nuestra tierra y que nos evoca
nuestras fiestas y nuestras procesiones.
Juguemos un momento. Invoquemos a nuestros cinco sentidos.
Si cerráis los ojos e intentáis veros inmersos en uno de los
desfiles procesionales de nuestra Semana Santa ¿qué olores recordáis?
Posiblemente el incienso, el aroma de las flores que engalanan los tronos.
¿Y qué sabores paladeáis? Quizás el de las monas con huevo,
el azúcar de los caramelos, las habas o
esa delicia de bocado que son los pasteles de carne.
Y el tacto, ¿qué rozaría? Sentiría el asfalto de los pies
descalzos de los penitentes o el roce de los guantes de los cofrades
depositando los caramelos sobre nuestras manos.
El oído distinguiría el sonido de los tambores anunciando la
siguiente hermandad, los instrumentos de viento custodiando la solemnidad de
nuestros pasos y el sordo golpe en el trono del Cabo de Andas
Y si por fin abriéramos los ojos estos se llenarían de
colores: verde, rojo, morado, azul, marrón, negro o blanco, de capuces, de las
tintineantes llamas de los cirios, de las caras congestionadas por el esfuerzo
de los estantes y de los enormes buches de los nazarenos.
Las procesiones murcianas son un mundo de contrastes. El
luto y recogimiento de las manolas frente a la algarabía y desenfado de los
niños nazarenos que abren los cortejos. A la fe y devoción se les unen los
carritos con chuches y refrescos, las horas sentados (comiendo pipas) para
“guardar” las sillas y las inocentes manos de los niños pidiendo caramelos.
Siglos de arte plasmado en la imaginería de nuestros pasos.
Tradiciones heredadas de generación en generación.
Nuestras procesiones (y nos referimos a las de toda la Región de Murcia) son un
valioso patrimonio que debemos admirar y proteger.
Porque no importa en el lugar de la Comunidad que nos
encontremos: Cartagena, Lorca, Jumilla, Mula, Caravaca, Murcia…o en cualquiera
de los maravillosos pueblos de nuestra región todos tiene procesiones llenas de
fervor y tradición.
En “Más que cole” podéis encontrar medias, camisas,
corbatas, guantes y esparteñas de carretero para que completéis vuestro atuendo
de nazareno. Porque a “Más que cole” le encanta las procesiones murcianas.
¡Ah! Una anécdota antes de acabar sobre porque se dan
caramelos en nuestras procesiones.
Cuentan algunas versiones que los habitantes venidos de la huerta de Murcio eran los encargados de portar los tronos. Debido al enorme esfuerzo que realizaban durante horas, la Iglesia les permitía que pudieran comer algo durante la procesión para reponer fuerzas. Como eran gentes de pocos recursos venían cargados de huevos duros, habas tiernas y monas. Pero en abril de 1712, el obispo de Cartagena, Cardenal Luis Belluga, dicto un edicto prohibiendo que durante las procesiones los nazarenos dieran dulces ni cosa alguna, haciéndolo extensivo a los que presenciaban el cortejo. Los murcianos, ignorando en `parte el mandato de su obispo, cambiaron la comida que llevaban por caramelos que eran menos voluminosos y se podían camuflar mejor. Esta costumbre se fue tomando por norma y así ha llegado hasta nuestros días. Y es que, reconozcámoslo, ser desobediente y pícaro, muchas veces, tiene sus ventajas.
Pues hala, a esperar las procesiones que ya están a la vuelta de la esquina.
¡Feliz día a tod@s!
Cuentan algunas versiones que los habitantes venidos de la huerta de Murcio eran los encargados de portar los tronos. Debido al enorme esfuerzo que realizaban durante horas, la Iglesia les permitía que pudieran comer algo durante la procesión para reponer fuerzas. Como eran gentes de pocos recursos venían cargados de huevos duros, habas tiernas y monas. Pero en abril de 1712, el obispo de Cartagena, Cardenal Luis Belluga, dicto un edicto prohibiendo que durante las procesiones los nazarenos dieran dulces ni cosa alguna, haciéndolo extensivo a los que presenciaban el cortejo. Los murcianos, ignorando en `parte el mandato de su obispo, cambiaron la comida que llevaban por caramelos que eran menos voluminosos y se podían camuflar mejor. Esta costumbre se fue tomando por norma y así ha llegado hasta nuestros días. Y es que, reconozcámoslo, ser desobediente y pícaro, muchas veces, tiene sus ventajas.
Pues hala, a esperar las procesiones que ya están a la vuelta de la esquina.
¡Feliz día a tod@s!
Esta es nuestra Semana Santa que a todos los murcianos sin excepción llevamos en nuestro corazón.
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